Sumergirte en el bosque, dormir rodeados de soledad y silencio en un mundo tan ruidoso que se mezcla con esa sensación de libertad e intimidad desde que llegas a la cabaña. Los ruidos de la madera chirriando al compás de nuestros movimientos, el amanecer y los pájaros dando su particular concierto. La luz de un nuevo día haciéndose paso tímidamente entre las sabanas, y la sutileza de cada detalle creando esa atmósfera tan única e inigualable.
Un experiencia que hay que tachar de cualquier lista vital!
Dónde se encuentran
Su localización es Zeanuri, Vizcaya. Nosotros fuimos desde Vitoria, a unos 20 minutos en coche (3h desde Zaragoza).
Reservas
Hicimos la reserva desde su página web, además de la cena y el spa ecológico. No es económico, pero la experiencia que vivirás te compensará con creces. Como consejo, a la hora de reservar tendrás que hacerlo con bastante antelación, ya que tienen una demanda tal que suele ser bastante difícil conseguir los días que quieres con poco tiempo.
Al llegar
Tu primera parada será la recepción de las cabañas, al que llegarás entrando por el desvío que hay entre el km 26 y 27 de la carretera N-240. Tras este desvío, encontrarás a mano derecha la entrada a las cabañas perfectamente indicado.
Check-in de la reserva
Nada más entrar, tienes una explanada donde aparcar al lado de la recepción. Justo al lado están los carros zíngaros, otra forma de alojarse en la que puedes descubrir como era la vida nómada del pueblo gitano.
Tras hacer los tramites necesarios, y elegir que queríamos desayunar al día siguiente, nos entregaron un kit con un mapa de la zona, unos frontales, y unos prismáticos para curiosear la fauna y flora desde lo alto de la cabaña.
A partir de aquí, daba comienzo esta gran aventura. Apostamos por contratar el spa ecológico, una sauna finlandesa y un baño privado calentado únicamente con leña. Una hora de relajación absoluta garantizada.
Después de ducharnos en el caserío, había llegado el momento de descubrir nuestra nido, la cabaña Amalur.
Amalur (la madre tierra)
Cuenta la leyenda de la mitología vasca, que Amalur, la madre Tierra, les dio a sus hijos el Sol (eguzki), y la Luna (ilargia) para defenderse de los seres malignos que habitan la tierra. Pero en las noches sin luna, estos seres entraban y se llevaban a sus hijos, por lo que Amalur, les entregó la flor del sol para que la pusieran a la entrada de sus casas. Y el ser maligno, tenia que contar los pelillos de la flor antes de entrar , pero había tantos que cuando terminaba de contarlos había amanecido y el ser maligno se tenía que marchar quedando así protegidas sus casas.
Cientos de hogares del País Vasco, continúan con esta tradición milenaria colocando esta flor en las puertas de sus casas.
Para llegar hasta la cabaña, volvimos a coger el coche y nos adentramos en el bosque boquiabiertos por la altura de los arboles y por la magia que albergaban siguiendo las indicaciones del mapa que nos habían entregado en el caserío.
Cada cabaña tiene una zona privada de parking, por lo que aparcamos y a unos pasos descubrimos llenos de emoción nuestra cabaña colgada a 7 metros de altura con vistas al Gorbeia. Las cabañas están bastante alejadas entre si, por lo que el silencio y la magia de ese pequeño exilio está asegurada.
Para subir el equipaje hicimos uso de la polea, y como niños ¨escalamos¨ hasta hacer ¨cima¨. Lo que allí encontramos nos sorprendió muchísimo, un lugar en plena naturaleza con muchísimo encanto. En nuestros 20 metros cuadrados, teníamos electricidad y calefacción pero no había agua corriente, sin duda nuestro primer contacto con un wc seco fue toda una aventura.
Para disfrutar de esta experiencia al 100%, contratamos la cena desde la página web. Hay que reservarlo con antelación y aunque por el precio no nos pareció un gran festín, que te lo trajeran hasta allí sin tener que moverte nos compensó totalmente.
Un menú elaborado con productos de la zona, en el que descubrimos el goxua, un postre típico del Pais Vasco.
A la mañana siguiente, nuestro desayuno se encontraba colgado de la polea, momento que nos seguía pareciendo de lo más divertido. Después de disfrutar de un desayuno de lo más completo en nuestra idílica terraza disfrutando de los sonidos de la naturaleza, dimos un paseo por el bosque y curioseamos las cabañas.
Si volviésemos a este lugar, nos encantaría hacerlo en la cabaña Elaia, una de las más altas.
Esta experiencia superó todas nuestras expectativas, en un marco de lo más especial donde los alojamientos respetan el medio ambiente, abogando por un turismo responsable, ecológico y sostenible
Si tenéis tiempo, tenéis cerca el bosque de Otzarreta, un hayedo con una peculiaridad en sus ramas, ya que crecen en vertical debido a su antigua explotación. Se podaban las ramas de sus árboles para obtener leña y hacer carbón.
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